"¡¿Feliz? fin de semana!"

Sus compañeros se despedían, él les saludaba dirigiéndose a la cámara frigorífica. Debía de comprobar, antes de marcharse, si la temperatura era la adecuada después de la avería. Pertrechado con el inmenso anorak, gorro y guantes, abrió la puerta; la nube de gélido vaho le enfrió la cara al instante, confirmando que estaba reparado. No obstante, comprobó en el termómetro de pared que era la correcta, -50ºC. Descuidó sujetar la puerta y se cerró. Intentó abrirla. ¡Otra avería! Pensó. Sonó la alarma. Apenas se oía desde las afueras y mucho menos en el polígono industrial. Angustiado, se acurrucó a esperar…